Hasta pensás en volver. Como todos los domingos, a la casa de tus viejos

Ignacio Rocca
2 min readApr 25, 2018

No teníamos tiempo, ni mucha plata para organizar la cena de festejo de cumpleaños de Bar Musumeci. Pero recordamos que siempre es mejor salir, que quedarnos comiendo pollo, como hacemos casi todas las noches. No porque amemos el pollo, o quizás yo sí, sino porque está atractivamente más barato que la carne.

Belgrano se convirtió en un polo gastronómico, en realidad abrió una hamburguesería, una cervecería y se catalogó como “polo”. Lo cierto es que los clásicos del barrio siguen allí, y Mauro.it ristorantino es uno de ellos.

No hizo falta mucho debate, el lugar estaba decidido. Como buenos millennials, revisamos las críticas que había recibido y nos sorprendió que todos hablaran de la mala atención del lugar, pero pocos hicieran referencia a la comida.

Al entrar, pasadas las 21h, nos recibió un joven extremadamente simpático, lo que no hizo más que confundirnos. ¿Están todos susceptibles?, pensé. Pero, ojo, pasados diez minutos una camioneta estacionó en la puerta. “Llegaron mis viejos”, articuló con resignación el pibe.

Con la burrata en la mesa, más una bruscheta, y cerveza, el clima para nosotros no podía ser mejor. Mientras elegíamos el plato principal, o mejor dicho la salsa que acompañara la pasta que el chef elija, la madre irrumpió al lugar para cuestionarle al hijo los modos que tuvo para dejar a quien fuera su novia.

La discusión se acaloró al punto que casi sentí la necesidad de intervenir, como si fuera su hermano, para decirle a la madre, como si fuera mi propia madre, que aflojara un poco. Me sentí en Italia, o mejor dicho, me sentí como un domingo cualquier en familia: con gritos y discusiones.

Mauro, el chef, no se queda atrás. En perfecto italiano renegaba y ordenaba el lugar. La escena se volvió bastante tensa, hasta que nos trajeron las pastas y se fueron a seguir discutiendo a la puerta. Yo me pedí Aglio e olio e peperoncino y Barbi Mamma mía, una mezcla de panceta, hongos, pomodoro y crema.

La pasta, excelente. Pero con Mauro siempre hay un pero. No corte los espaguetis, no le ponga más del queso que ya traen, no pida pan; en resumen, siéntese y coma lo que Mauro decida. Esto podría ser una crítica, hasta que nos trajeron el tiramisú, que fue nota de tapa de un diario chino, y te olvidás de todo, para siempre, y hasta pensás en volver. Como todos los domingos, a la casa de tus viejos.

--

--